- No creo que al italiano GASPARRO le importen la etiqueta que le adosen a sus obras, pinta lo que quiere y como le da la gana, porque además sabe hacerlo y además con cierto recochineo. Ama la perfección y es indiferente al llamado buen gusto.
- Su dramaturgia nos parece simulada a conciencia, como también esos devaneos religiosos que nos invitan a una borrachera sin condiciones. Su gama de tintes es gloriosa y pecaminosa, así como la configuración de unos escenas que le dan vuelta a la realidad con el fin de que sean más explícitas.
- Pero con todo y con eso, nuestra mirada le encuentra algún eco de locura, humor, incredulidad y un sermón de tomo y lomo. Atesora un enorme oficio y una fantasía decadente, sin embargo, plasma un delirio que no es agonizante sino que busca su propia entelequia.
Hablar de esta ciudad, en la que alojo
mi espíritu y mi cuerpo,
sería hablar de soledad y de pobreza.
(Francisco Brines)
No hay comentarios:
Publicar un comentario