- El americano HINGE, con cara de buena persona, cuando comete un desliz y le descubren siempre se dirige a sus obras y dice que fueron los habitantes de ellas. Y en cierta manera es verdad, porque en esa traslación basa su semántica plástica.
- Y como observadores nos sentimos aliviados de no ser ellos, tan feos, tan malvados, tan transgresores y tan ridículos, pero por otro lado nos sobreviene una fascinación por una morfología cromática que consigue el ajuste de cuentas que persigue.
- Por eso, no abominamos de estas obras que en cierta medida forman parte de nuestro ser y por otro lado se diferencian por la constitución de una naturaleza insumisa a todo orden estético, a toda exaltación del ruido sin sonido.
Bajo, desciendo por escaleras
hechas de vicios y pantagruelismo, desecaciones y
escalones mullidos.
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