- La figuración del artista de la antigua Unión Soviética, CHEF, da vida a una plástica cuya constitución formal no puede separarse de la idea que la crea y que la anima. Esa esa idea entre la historia, la vivencia y un mundo desaparecido.
- Pero a toda esa dramaturgia, a la que no le falta la simulación de todo ese misticismo clásico, contiene un fondo sardónico, una visión lúcida de un destino negro aunque su cromatismo sea de un barniz tornasolado y amable.
- Tal formulación iconográfica condensa el vigor de una multiplicidad pausada, y el acrecentamiento de una diversidad en pos de la transmisión visual de una representación que va en búsqueda de una realidad verídica y onírica.
El pecado es un compás a dos tiempos
caminando en finas cuerdas de cristal
y con la boca muy abierta.
(Tomás Martínez)
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