- El francés DMITRIENKO se quedó más desolado cada día que pasaba por su percepción aterradora de la relación del hombre con el mundo bajo las escalas de tiempo y espacio. Hasta que dejó de creer en el ser humano.
- Ya no materializaba rostros, pues estaban condenados desde el principio a no contener nada y mantenerse en silencio, a ser iconos de una falsa dramaturgia porque nadie está ontológicamente interesado en ella.
- Su obra, por lo tanto, esquematiza en claro castigo a lo que proyecta, consiguiendo que la visión sea lo suficientemente explícita en el continente y orientadora de un atisbo de criatura que tenía la huellas del fin desde el principio.
En la ceniza hay miedo.
Todo vuelve a empezar.
(Carlos Bousoño)
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