André Breton creía que la solución de futuro de estos dos estados, el del sueño y la realidad, sería una especie de realidad absoluta, de superrealidad, por decirlo así......
Si bien, añaden otros, la única posición válida y digna es la de aceptar la condición estética que la historia nos asigna. Claro que según estos retratados, parece como si la china LING al determinarlos estuviese a despecho consigo misma y con nosotros y no aceptase otras propiedades plásticas que las que crea su desvarío lúcido.
Sabemos que son producto de un estilo que al desesperarse con las entrañas del color, se excita en los meandros de una expresión tan directa como subjetiva, en que las deformaciones iluminan las emociones de los representados. ¿De qué hablarían si nos dirigiésemos a ellos?
Serenidad y calma y al final nada. (Odalys Hernández)
Mediante la alegoría del artista acróbata se sugiere la tendencia a deshumanizar lo humano y a mecanizar lo vital, pues pone de relieve su destino de humillación y alienación. Pero para el uruguayo ESCARDÓ tanto la técnica como la ciencia son un juego lúdico, plástico y visionario con el que dar vida a unos entes que se posicionan en el espacio.
No se percibe en sus obras ese culto que acaba derivando frecuentemente en un tecnicismo reduccionista carente de significación; todo lo contrario, es una apuesta por la fusión del arte con la tecnología, en el que esta última añade experimentación con una materia que hasta ahora había sido considerada ajena al mundo de las formas.
Por consiguiente, estos trabajos son fruto de una voluntad consciente y racional al mismo tiempo que una voluntad imaginativa y desinhibida. De unas facultades en búsqueda de la expresión, predicción y manifestación de una fuerza cósmica que lamentablemente siempre hemos ignorado.
Sé de tu presencia eterna porque creo en la gracia perenne de los sueños en las verdades ocultas de los símbolos en el flujo de las vibraciones en el olor de la primavera en el balance renovador de las formas y en la audaz simetría del silencio. (Odalys Hernández)
Si eran tiempos tempestuosos, la pintura también habría de serlo, porque sus creadores estaban inmersos en ellos, incluso los padecían muy juntos, sin separarse, a fin de que los sombríos pensamientos de unos fuesen las sombras pictóricas de los otros.
Para el belga VAN DEN BERGHE la obra era la conclusión de un itinerario de caída, el color sufriente de una humanidad manchada por la rabia de ese batacazo que, en su pintura, adquiría los tintes de una fealdad violenta.
Para él, también, el marco de actuación de actuación plástico era hacerlo conciliar con su negación, con el presentimiento oscuro de haberlo concebido y engendrado en aras y manifestación de un instinto destructor, cuya pigmentación era plasmar un fuego impío sobre la tierra.
Voy palpando al hombre que no existe. (Odalys Hernández)
En estas obras del americano DU BOIS la carnalidad ocupa toda la atmósfera de la época en la que transcurre la vida de este observador profundo de la existencia de una humanidad encerrada en su mundo.
Una pintura que respira secretos, citas, diálogos entre cuerpos pertenecientes a una burguesía cosmética, pero también cruel y horrorosa. Su dictado es sobrio para encubrir más agudamente el trasfondo, cuyas propiedades forman un cuerpo estilístico del que emana tramas e historias.
Parece como si el autor buscara su soledad, esa que experimenta al emprender la acción creadora, en esos personajes rotos -especialmente los femeninos- en busca de respuestas que saben de antemano que no existen al habérseles olvidado las preguntas.
Mi decisión fue invocar el fuego únicamente para salvarme de toda ilusión y el zumbido que despierta la voz de los espejos. (Odalys Hernández)
Si el americano HULTBERG aún viviese, diría que el arte es el medio de concebir visualmente el mundo. Y también el submundo y lo que es el fin de su historia para reencarnarse en otra en que no hubiese tanto holocausto.
No tenía deseos de descubrir o construir un universo creíble o una realidad que se haría posible al materializarla, al fin y al cabo la existente daba para definir su locura, geometría y su proceso de extinción.
Al final concluyó y legó aquella obra de la que podía responder por sí mismo, ser su fiador y que, por supuesto, no tuviese sucesión. Era un visionario que cuadriculó el horror tecnológico que contradictoriamente impregnaba un vacío constantemente exaltado.
Menos mal que mis manos agrupan secretos de tantas vidas pasadas que dibujan tus alas de memoria menos mal. (Odalys Hernández)